Vistas de página en total

miércoles, 22 de febrero de 2012

Una batalla.

Parecía un niño pequeño que no entendía por qué no podía tener lo que quería en el momento que quería. De pronto, su mirada se posó sobre la mía y perdió aquel matiz infantil. Por un momento me sentí desconcertada, sus ojos anteriormente amarillos se oscurecieron hasta casi rozar el negro, fue fascinante y al mismo tiempo intimidante. Sin embargo, no bajé la mirada, permitidme que reitere las palabras de mi abuela cuando decía que yo era orgullosa, de hecho, era el orgullo personificado. Si un hombre, y no podía decir que por aquel momento considerara a Jeremy un hombre, me desafiaba con la mirada, creedme que no os miento cuando afirmo que jamás la bajaba cohibida. Aquello le desconcertó, por supuesto, y  fingió que algo diferente llamaba su atención, así que desvió la mirada con indiferencia y yo sentí que había ganado. Estaba equivocada.